martes, 22 de septiembre de 2009

10 Mandamientos Enfermeriles

1. Amarás el modelo de Virginia Henderson sobre todas las cosas

2. No dirás el nombre de Florence Nightingale en falso

3. Purgarás los sueros

4. No reencapucharás

5. No harás curas con guantes impuros

6. Devolverás el esparadrapo. No te harás tu propio botiquín

7. Honrarás a los 5 correctos

8. No te inventarás falsas tensiones ni pulsos

9. No sondarás por el orificio incorrecto

10. Criticarás a los médicos por encima de todo

martes, 8 de septiembre de 2009

El beso de la noche. Amanda Ashley (II)

"Era como una llamarada en sus brazos, los labios como el más dulce de los néctares, la piel como seda húmeda. La cubrió de besos mientras la llevaba lentamente hacia el suelo. La hierba estaba fría debajo de ella, la entibió con una mirada.

La besó hasta que los besos no fueron suficientes, hasta que ella perdió la cabeza, hasta que quedó sin aliento y con la misma urgente necesidad que lo devoraba a él. La ropa desapareció por arte de magia, la de él, la de ella, no importaba.

Ella lo miró, un grave quejido de placer le surgía de lo profundo de la garganta mientras él adoraba su belleza con los ojos y las manos... manos grandes que la acariciaban con suma delicadeza, exigiendo nada, pidiendo todo.

Ya no había dudas en ella, ni reticencia de pudor virginal, ni murmullo de débil protesta. A pesar de la lluvia y del frío, su piel estaba tibia, enardecida por el deseo que la consumía. Era una mujer, con necesidades de mujer y él avivó el fuego de su deseo hasta que setuvo lista para él, hasta que gritó su nombre, con voz cargada de pasión y ansias que ya no podían ser desatendidas.

Y la hizo suya, alí, sobre el húmedo césped. Le arrebató la inocencia, y la sangre, y al hacerlo, la fundió con él hasta que ambos quedaron sin aliento."

viernes, 4 de septiembre de 2009

El beso de la noche. Amanda Ashley

"Las lágrimas de Brenna le humedecieron la camisa. Su perfume le llenó los orificios de la nariz, no el olor de su sangre sino la esencia de su piel, de su pena. Le acarició el cabello, le deslizó la mano por la espalda, sintió su temblor en respuesta a su caricia. Colocándole un dedo en el mentón, le inclinó la cabeza hacia atrás, las miradas se encontraron.

A pesar de su inocencia respecto de los hombres, su mirada reveló que reconocía la razón de la fogosidad en los de él. Sacudió la cabeza mientras él se inclinaba sobre ella.
-No.
-¿No?
-Besar -dijo ella con una mueca-. No me gusta.
-¿De veras? -Le cogió la cabeza entre las manos-. Quizás podría lograr que cambies de opinión -murmuró él atrapándole los labios con los suyos.

Con los ojos abiertos, Brenna le colocó las manos en los hombros, preparada para empujarlo, pero apenas sintió la caricia de su boca, toda idea de alejarlo desapareció. Sus labios eran fríos y, aun así, el calor le inundó todo el cuerpo, provocándole un aleteo en el estómago que jamás había sentido, y la indujo a apretarse conra él.

Cerrando los ojos, le envolvió los brazos alrededor de la cintura, desando aferrarlo más cerca, más fuerte. Se fundió contra él, deseando que el beso nunca terminara, y una parte de ella intentaba discernir por qué el beso de John Linder no la había inundado con ese fuego líquido que le provocaba Roshan. Pero fue un pensamiento fugaz. Al profundizar el beso de Roshan, le rozó el labio inferior con la lengua. Ella jadeó ante la emoción por el placer que le embargaba, gimió suavemente, mientras él repetía el gesto.

Estaba casi sin aliento cuando él apartó los labios. Perdida en un mundo de sensaciones, su cabeza aún tambaleante, lo miró fijamente.
-Más -susurró.
-Pensé que no te gustaba besar.
-Nunca fui besada así. -Sintiéndose repentinamente osada, le deslizó la mano por la nuca -. Bésame otra vez.

Estaba feliz de complacerla. Era suave y dulce, estaba ansiosa por explorar los placeres sensuales nuevos para ella. Sin apartar la boca de la de ella, se recostó en el sofá, llevándola con él hasta que quedaron uno al lado del otro. Pudo sentir como brotaba su pasión virginal al apretarse contra él, sentir moldeando su cuerpo al suyo.

Con las manos, le recorrió los hombros, bajó hasta las nalgas, ciñéndola contra él, dejándola sentir la evidencia de su creciente deseo. Ella gimió suavemente, un sonido ronco mezcla de ansia y agitación. Estaba yendo muy rápido para ella, lo sabía, pero no podía detenerse. La deseaba, aquí y ahora, con los ojos muy abiertos y algo asustaba, devorada por sus besos.

-¿Brenna...? Podría haberla seducido con su poder sobrenatural, pero no la quería de esa manera. La deseaba cálida y dispuesta en sus brazos, en su cama.
Parpadeó al mirarlo, los ojos nublados de deseo.
-¿Quieres que me detenga?
Lo pensó por un momento, y luego asintió.

No estaba sorprendido, pero no pudo evitar sentirse contrariado. Aunque ya no era mortal, era todavía un hombre, con sus necesidades. [...]

La besó una vez más, luego inhalando profundamente, se puso de pie.
-Es tarde -dijo -. Debes dormir un poco.
Ella se sentó, sin mirarlo a los ojos.
-Estas enojado conmigo.
-No.

Le ofreció la mano, sintió cómo le subía un calor por el brazo cuando apoyó la mano en la de él y le permitió que la ayudara a ponerse de pie. Sin soltarle, la condujo escaleras arriba hasta el dormitorio. No pudo evitar besarla otra vez. Ella no se apartó cuando él dejó de besarla, sólo permaneció de pie, viéndose algo confundida. Con un quedo gruñido, le dio un suave empellón haciéndola entrar a la alcoba, luego cerró la puerta tras ella.

Era pasada medianoche. Hora de cenar."